Reparando el Concepto de Democracia. Parte V -¡¡ALTO!!-

REPARANDO EL CONCEPTO DE DEMOCRACIA

Parte V                    -¡¡ALTO!!-

En el capítulo anterior:..."Esperé al menos un minuto, nadie rompió el silencio, nadie se bajó. Crecido por el éxito de mi diatriba (tiempo después descubriría lo cafre que fui), hinché mi pecho, rascando, metí segunda, levanté el embrague, y se me caló el auto. Todavía con más furiosa altanería: di el contacto, arranqué el coche, metí primera, aceleré, y me dirigí, todo recto, a una gasolinera que tenía unos cien metros delante de mí; en ella, aparcado a la entrada, había un coche patrulla de la Guardia Civil, cuando me acercaba a ellos, me echaron el alto."

Veinte segundos,  ese fue exactamente el tiempo que dirigí "todo recto" nuestra Democracia modelo del 78, antes de que la Autoridad me diera el ¡Alto!

Bajé la ventanilla. Un guardia joven, me saludó según su costumbre, y me dijo sonriente:

--Buenos días. Documentación, por favor.
--Sí, ahora mismo se la doy -respondí diligente.

El trato con la Autoridad siempre me ha resultado incómodo; en aquella ocasión, a pesar de la corrección y simpatía del guardia, con el estado de excitación del que veníamos, me puse azorado como un tomate. Torpemente, saqué mi cartera y le entregué mi carnet de conducir.
Sin devolvérmelo, volvió a pedirme más, esta vez sin  sonrisa:

--Déme el Permiso de Circulación y la Ficha Técnica del vehículo, por favor.

¿El Permiso de Circulación? ¿La Ficha...? No me había parado a pensar en ello. ¿Dónde estaría guardada la documentación? Visiblemente nervioso, me dispuse a buscarla en la guantera. ¡Uff! Al abrir la portezuela, salió disparado un montón de papeles que, con los años, los conductores anteriores habían ido "empacando" en su interior sin orden ni concierto. Algunos cayeron al suelo, otros sobre las rodillas de mi copiloto, la enfermera, entre ellos uno grueso que reconocí enseguida: La Constitución Española del 27 de diciembre de 1978, un día antes de los Santos Inocentes; nuestro Permiso de Circulación.

--¿Me permites? -le pedí a Julia, la enfermera, antes de recoger nuestra Carta Magna de su falda blanca.
--Por supuesto -me contestó complaciente, apartando sus delicadas manos para que entraran las mías en su regazo.

Con el respeto, recogí el grueso documento, 112 páginas grapadas; traté de adecentarlo alisando contra mi pecho los pliegues y dobleces que años de reclusión en la guantera le habían producido, y se lo entregué al agente sonriendo.

--¿Y la Ficha Técnica? -preguntó él, mientras ajustaba sus Rayban oscuras con moldura dorada.
--Un momento, señor, enseguida la encontramos -me disculpé, él ni se inmutó-. Ayúdame a encontrarla -rogué a Julia.
--Sí, pero vas a necesitar más que mi ayuda -respondió ella desbordada de papelotes.

Julia, entregó a los pasajeros de atrás el montón que quedaba sobre su falda, y recogió los que había en el suelo. Yo terminé de coger los que habían quedado dentro. El guardia, aparentemente indiferente a nuestro apuro, nos observaba estoico.

--Ley Orgánica del Poder Judicial ¿Es esto? -me preguntó Julia, pensando que la había encontrado.
--No, eso no es -respondió el profesor.
--¿Ley Orgánica de la Igualdad? -dijo el camarero, recomponiendo varios papeles rotos.
--No, eso tampoco -le dije yo.
--¿Ley de Transparencia? -gritó el librero, mientras alisaba un documento totalmente arrugado.
--Debe poner algo así como Ley Fundamental... -dije yo, sin tener mucha idea.
--¿Pero qué dices, Ramón? -me corrigió el librero, las Leyes Fundamentales del Estado se derogaron cuando acabó la Dictadura, y añadió-: lo que estamos buscando el la Ley para la Reforma Política.
--¡Ésta si que es buena! -gritó el profesor-. Esa ley que citas, también es una Ley Fundamental.
--¡Sí, listo! ¡Ya lo sé! -respondió el librero, y siguió-: pero cuando se aprobó el "abuelo" ya la había palmao.
--Bueno, ¡Qué más da! ¿Es esa ley, o no? -pregunté irritado.
--Por supuesto que lo es -afirmó Antonio, el librero-. Esa ley, la última Ley Fundamental del Estado, aprobada en el referendum del 76, por el 80 por ciento de los votos de una participación del 77 por ciento, supuso el fin de la dictadura, y dio paso a la aprobación de la Constitución que abrió la Transición Política que acabaría en la construcción del Estado de Derecho. Es decir, esa Ley permitió la fabricación de esta maravilla de Democracia en la que viajamos, por lo tanto es su Ficha Técnica.

--Pues ¡Ala! A ver si la encontramos, y deprisita -les conminé.
--¡Aquí la tengo! -gritó Ernesto, el camarero.
-Trae -le dije, arrancándosela de las manos para entregársela a toda prisa al guardia que ya se estaba impacientando.

En aquél momento comenzó a llover, el agente, con nuestros papeles, se marchó hacia el coche patrulla y se metió dentro, donde le aguardaba su compañero.
Unos diez minutos después, cuando ya había dejado de llover, regresó el guardia y me preguntó:
--¿Es usted Ramón Jordán?
--Sí señor, así lo ha podido ver en mi DNI.
--Entonces usted no es el propietario de este vehículo. ¿Quién de ustedes es Don Soberano Pueblo Español?
--Bueno, ese es el nombre de una Sociedad Anónima de la que todos nosotros somos socios, y yo ahora soy el Secretario -le respondí algo temeroso, pues me temía que algo no marchaba bien con los papeles-. ¿Hay algún problema, Señor? -le pregunté.
--Este vehículo no ha sido revisado en cuarenta años, mucho me temo que no puede seguir circulando.
--¿Cómo? -pregunté extrañado-. Pero si acabo de cambiarle el motor y ponerlo a punto. Soy un mecánico muy reconocido. Ya sé que por la apariencia parece un cacharro, pero va bien y, como no corre mucho, es muy seguro. Ahora no hacen furgonetas como ésta -concluí.
--Seguramente sea así, pero falta la acreditación de un Organismo de Certificación Autorizado por la Administración. Vamos, lo que viene llamándose, pasar la ITV -dijo el guardia muy simpático.
--Pero... -no me salían las palabras del disgusto.
--Venga, hombre, no se disguste, llamen a la grúa y llévenlo a una ITV.
--Pero hoy es domingo. Le juro que lo llevamos mañana. Déjenos marchar. Haremos noche en el próximo pueblo.
--No me contravenga, Señor -me advirtió el guardia-. Dé gracias que no les multe. Además pueden pasar la noche en el hotel de la gasolinera.En el polígono que hay detrás tienen una ITV.
--Descuide, así lo haré; pero, al menos, me permitirá aparcarla.
--Está bien -respondió, después de repasar visualmente los apenas veinte metros que nos separaban del aparcamiento del hotel-. Tome la documentación y aparque ahí.

Ligeramente avergonzados por ir circulando con un trasto tan destartalado y con los papeles caducados, nos registramos en el Hotel Isis, sólo que aquello era algo más que un hotel.

Continuará....

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