Boilgue's Kingdom, revisited

(Leer antes el capítulo El Reyno del  Boilgues) Es muy cortito.

Han pasado seis años desde la última vez que Ramón estuvo en la Central Hidroeléctrica de Vallanca, y cinco desde que ésta ya no es responsabilidad suya; pero tenía que volver, y ha vuelto.

Al final, los acontecimientos fueron más diligentes que su razón, y justo cuando decidió qué haría con aquél pino enorme que amenazaba con caerse, poniendo en riesgo la integridad de la central (ya en desuso desde tiempo atrás) y lo que realmente le importaba: la vida de alguna persona; le cambiaron de empresa, y dejó de ser problema suyo.

Casualmente, Ramón firmó y envió el informe el mismo día en que se separaron las Anónimas Sociedades que colonizaban el agua del Reyno del Río Boilgues, quedando él en la que abandonaba ultramar.

Pero Ramón no se olvidó de los reyes consortes, ni liberó su conciencia de la necesidad bipolar de garantizar la seguridad, o mantener la tradición y la familia real hasta sus últimas consecuencias.

Ramón necesitaba volver, quería convencerse de que su informe era el correcto: pena de muerte para el consorte díscolo, por amenazar la paz del Reyno.

Cuando Ramón firmó la sentencia, sabía que existían nueve probabilidades de diez de que el pino, desposeído por culpa de su avaricia de la mitad de su reino terrenal, y amenazado por su aborrecida consorte Doña Junípera, de que soltaría sus raíces antes que verse arrastrada en su caída, acabaría por caerse en pocos años. También sabía que existía una posibilidad entre un millón de que en su caída, atrapase al menos a una persona en su caída, y este margen era inaceptable para él.

Ramón ha vuelto. Ayer, desde el mismo momento en que abandonó la carretera angosta que va de Ademúz a Vallanca, para coger la pista que lleva al castillo del Reyno, se dio cuenta de su error. Ambos monarcas seguían en pie. La reina, Dª. Junípera Sabina, lejos de abandonar a su suerte a su esposo, mantenía inquebrantable su abrazo salvador. Él, afectado visiblemente por la carencia de suelo bajo sus pies, estaba envejecido, parecía haber encogido notoriamente y, carente de su porte imponente, ya no se le veía tan amenazador.

El amor de la esposa Sabina, aún a riesgo de su vida ante cualquier vendaval, había evitado la descomunal caída del monarca Pino. Aunque se la ve más cubierta por una pátina albar, aún guarda su esbelta belleza, y parece que aguantará enhiesta hasta el final.

Ramón, se alegró muchísimo de que nadie tuviera en cuenta su informe, y , antes de ponerse "cara Cuenca", posó con alegre chulería bajo el Rey vegetal.

No obstante, precavidos, los lugareños humanos del valle del Boilgues, han vallado la zona donde, algún día, ambos o el pino Rey sólo, presionado por otro arbolito que crece al lado de la Sabina, acabará por caer.

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