Entradas

Mostrando entradas de marzo, 2017

Echo de menos a José.

Dicen, que en algunos lugares de nuestra abismal e incronometrable geografía humana, desconfían de los vecinos que no ahuyentan a los extraños. Yo confío siempre en Martha, por eso, cuando José se acercó a nuestra mesita de bar, revestido de abalorios que ofrecernos a cambio de un poco de vida con la que animar su maltratado cuerpo unas horas más, y ella le devolvió una sonrisa, yo asumí que tal vez iba a comprarle algo. Claro que con lo que yo le comprara, no iba a llegar las diez, y ya eran menos cuarto. Irreverente primer-mundista, sin ceremonia de regateo alguna, le compré un elefante, y el hombre, recogiendo con destreza mis dos euros con su mano larga y gris de negro maduro y enjuto, se fue tan triste como vino. El viejo africano debió vender bastantes relojes con los que nunca mediría su tiempo, y muchos elefantes, o al menos los suficientes para sobrevivir exactamente una semana, pues el sábado siguiente, a las nueve y media, sentado en nuestra mesita del “Van Gogh” des